Se atribuyen apócrifos garabatos. Los exponen frente a un cautivado (por otras razones) auditorio. Todos aplauden al final y reciben los certificados correspondientes.
De cuantas buenas intensiones, pueden disfrazarse algunas malas acciones. Lo preguntaría si, para dejar planteado el problema y para sacarle un poco de rigor. Pero… no es mas (ni menos), que una brutal afirmación de mis adentros (furiosos, por la desidia).
Con afanosa pasión defiendo mis verdades, aquellas que con tanta frecuencia no son mas que intuiciones, válidas a estos ojos. Quizá todo, sea solamente autobiográfico. Todo sospechado de ultra-subjetividad. Tan paradójico, como que el concepto de verdad es infinitamente mutable.
Por el candado que me dio la libertad. Reza noche a noche la pantera en su sensualidad de mujer. Mientras jaurías hambrientas surcan la estrellada selva. Dando vida, con la muerte que derraman.
La vida tiene orbes distintas, pero unidos secretamente que la locura florezca si tiene que florecer que la infancia tenga su mundo, que la enfermedad tenga su mundo, que el animal tenga su mundo que no nos quede sino el amor para franquear sus límites o envolverlo de un delicado respeto y juntar tantas chispas en una gran llama fraternal que abrazará hasta las estrellas.
Los ángeles fueron cayendo uno a uno. Algunos esperaban la redención, mientras que otros la rebelión. Lo que une a ambos bandos es el anhelo de libertad.
Ya se, quizá otras veces he tratado de decir lo mismo con oraciones similares, pero… es que es verdad. Son esas certezas que solo uno deduce al detenerse dos minutos (o un poco mas, o un poco menos) a observar: desde el llano mas horizontal, las evidencias casi desapercibidas. Es necesario degustar una sonrisa cálida.
Y no es que me desdiga, pero a veces cuando se desmitifica (violentamente, y aunque con justicia) algún símbolo, me da un poco de tristeza porque me aleja del niño que fui, mucho mas que paso del tiempo.